Ruido: El inframundo mexicano
Así como el Cine de Oro Mexicano estuvo marcado por la charrería y la música regional, nuestro cine contemporáneo parece estar marcado por una larga serie de inconformidades. No es ninguna casualidad que el género documental haya florecido de manera exponencial en los últimos años, pues los ojos del cineasta mexicano parecen haberse convertido en la voz del pueblo.

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Ruido: El inframundo mexicano

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RUIDO: EL INFRAMUNDO MEXICANO

Así como el Cine de Oro Mexicano estuvo marcado por la charrería y la música regional, nuestro cine contemporáneo parece estar marcado por una larga serie de inconformidades. No es ninguna casualidad que el género documental haya florecido de manera exponencial en los últimos años, pues los ojos del cineasta mexicano parecen haberse convertido en la voz del pueblo. Una revolución a la que Natalia Beristáin se suma con su última entrega: Ruido (2022). Aunque en sus obras anteriores se pueden percibir ciertos tintes de disgusto social, en su más reciente película esto es más que palpable. Se trata de una apología feminista, en la que se entrecruzan historias y causas atravesadas por el mismo dolor y rabia.

Si bien la cinta sigue la historia de Julia (Julieta Egurrola), una madre cuya hija, Ger, está desaparecida, su camino por el inframundo mexicano toca fibras tan sensibles como amplias que, desafortunadamente, unen a miles de personas. Muy al estilo dantesco, nuestra protagonista recorrerá los diversos niveles de corrupción, injusticia y violencia que azotan a nuestro país, con énfasis en el género femenino. Un camino largo que, incluso en su final, no brinda respuesta o consuelo alguno que sacie el coraje y la tristeza. En cambio, la obra fílmica logra construir un panorama completo de la realidad a la que se enfrentan las más de 126 millones de personas que habitamos el territorio mexicano. De ahí la sensación de estar presenciando más un documental que una película pues, si bien el cine existe para contar historias, la de Julia parece más un testimonio. 

¡MUJER, ESCUCHA! ¡ESTA ES TU LUCHA!

A lo largo de la cinta, la directora nos regala importantes reflexiones nacidas de conversaciones y momentos tan esperanzadores como lastimosos. Uno de ellos es el diálogo sostenido entre Abril (Teresa Ruiz) y Julia en la estación de autobuses. “¿Por qué haces esto si tú tienes a tu hija?”, cuestiona Julia, no desde la ignorancia, sino desde el asombro. Abril es una periodista interesada en investigar la desaparición de personas, por lo que acude a un grupo de apoyo donde conoce a Julia. Después de escuchar su historia, la periodista decide ayudarla a encontrar a su hija, sirviéndose de diversos contactos para avanzar en el caso. Más todavía, Abril acompaña a Julia en su viaje para encontrar a Ger, lo que le aleja de casa por largas temporadas. Esta situación es cuestionada por Julia, quien, padeciendo la ausencia de su hija, no comprende cómo se puede elegir ayudar a una extraña en lugar de pasar tiempo con los suyos.

Al respecto, la respuesta de Abril es contundente, incluso, conmovedora: “Justo porque tengo una hija, hago esto”. Una oración que revela la motivación de miles de mujeres que marchan, a lo largo y ancho de este país, ya no sólo cada 8 de marzo, sino cada vez que una de nosotras desaparece o es violentada. Porque no se necesita perder a una hermana, a una amiga, a una hija, para exigir al unisón justicia. Tampoco necesitamos leer los periódicos, mirar las cifras o las noticias, para entender el peligro al que nos exponemos. No hace falta escuchar el testimonio de quien ha sido acosada, abusada o violada para sentir correr en nuestro cuerpo el miedo, la angustia y la inseguridad.

Todas han abandonado gran parte de sus vidas, dedicando los días a rastrear los pocos y efímeros indicios que son capaces, por propios méritos, de encontrar.

Abril lo sabe. Sabe que no debemos, no podemos, esperar al peligro para alzar la voz, para salir a exigir aquello que debería dársenos como un derecho fundamental. Porque ella no quiere perder a su hija, porque nosotras no queremos perder a nuestras hermanas mujeres, desde nuestra propia trinchera emprendemos una lucha sin tregua contra la desigualdad, contra la discriminación, contra la violencia. Desafortunadamente, este combate adelantado supone muchas veces una derrota anticipada. Al machista, al violador, al acosador, sin duda alguna, le da miedo el ruido que logramos hacer, por lo que pocas veces duda en responder, callando la voz de quien se alza, aun cuando su eco resuene en todas.  

¡LA POLICÍA NO ME CUIDA! ¡ME CUIDAN MIS AMIGAS!

Otro momento impactante durante la película es la reunión de Julia con un grupo de rastreadoras. Un conjunto de mujeres unidas por la pérdida de un ser querido, que vive con un duelo, pocas veces, capaz de cerrarse. Todas han abandonado gran parte de sus vidas, dedicando los días a rastrear los pocos y efímeros indicios que son capaces, por propios méritos, de encontrar. Ellas brindan a Julia un sentido mayor a su búsqueda: el de pertenencia. En medio de un dolor imposible de describir, saber que existen otras tantas buscando a sus seres queridos permite aligerar la carga generada por la culpa, por la incesante duda, por el doloroso porvenir sin futuro.

Pensar que alguien más sufre la desaparición de un ser querido no debería traer alivio alguno, pues habla del alto número de casos en nuestro país. Sin embargo, frente a la inseguridad e injusticia que propicia el Estado, encontrar aliados en la búsqueda, en la resistencia, parece lo más cercano a reencontrarse con lo perdido. Cuando el miedo pretende paralizar a Julia, las rastreadoras se vuelven coraje; cuando la corrupción busca desalentarla, ellas se vuelven esperanza; cuando la melancolía inunda con su llanto, este grupo de mujeres nos recuerda cómo reír en medio de la tormenta. Se trata de formar oasis, islas de apoyo, un lugar donde la tristeza entrelaza historias, pero la lucha se vuelve el puente entre almas.

¡NO OLVIDE SU NOMBRE, POR FAVOR, SEÑOR PRESIDENTE!

Como no podía ser de otro modo, el himno feminista que abraza a millones de mujeres mexicanas, incluso a todas las latinas, ocupa un lugar en esta película. Al finalizar la cinta, escuchamos la letra poderosa de Vivir Quintana. Una canción que, sin importar el número de veces, hace vibrar nuestro corazón y enchinar la piel. Se trata de una obra que fusiona el coraje con el dolor, la protesta con el arte. Una serie de estrofas que resuenan con suma fuerza en la vida de miles de vidas como las que encarna Julia: la de una mujer alcanzada por los males más atroces de este país, los que son capaces de enterrar vidas enteras. Nuestra protagonista atraviesa el camino más grotesco que se puede recorrer, uno tan profundo que genera un cambio no sólo en lo superficial, sino desde la raíz de la persona.

Al inicio de la cinta, todavía somos capaces de percibir esa clase privilegiada a la que pertenece Julia, una clase muchas veces escéptica del feminismo, de su causa, de su actuar. No obstante, en cada episodio de su nueva vida, una sin su hija, Julia, además de comprender los principios que impulsan al feminismo, se reconoce como parte de él. Con sus claros y obscuros, con sus aciertos y defectos, con sus guerras y derrotas. Porque este es el feminismo, un movimiento con múltiples matices, una idea, un sueño, una quimera, un ruido. Así como un zumbido que incomoda, el feminismo crece, se transforma, y todas aquellas voces que, alguna vez, fueron susurros, se elevan juntas hasta volverse una tormenta ensordecedora, una que, como hace bien en señalar Murakami, cuando haya pasado, incluso cuando no estemos seguras de que haya terminado, nosotras ya no seremos las mismas.

Porque este es el feminismo, un movimiento con múltiples matices, una idea, un sueño, una quimera, un ruido.

Eso es Ruido, un ejercicio que nos abre la puerta a diversas reflexiones, que nos confronta, que nos invade, que nos conmueve, que nos asusta tanto como nos enoja. Es un abismo al que nos dejamos caer, sabiendo que saldremos de él, pero ya no como las personas que entraron, sino habiendo conocido una obscuridad total y una luz verdadera.

vertederocultural.com

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Adriana C. Espinosa

Adriana C. Espinosa

De nacionalidad mexicana, nació en la ciudad de Puebla en 1999. Estudiante en Derecho en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Ha participado en talleres de minificción, cuento corto, acceso a las lengua maternas, entre otros. Colaboradora en el Seminario Internacional de la Red Internacional sobre Género, Migraciones y ODS de 2021. Coautora del libro cartonero Barquito de Papel en 2015, y de la antología académica Práctica de Vuelo en el Taller de Creación Literaria de la BUAP en 2019. En 2018, participó en el Festival Internacional de Poesía “Palabra en el Mundo”, y fue reconocida con el tercer lugar en el Premio Filosofía y Letras por su cuento A vuelta de rueda. Actualmente, se desempeña como becaria en el Centro de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

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