Barbenheimer: La guerra moderna de los sexos

Barbenheimer: La guerra de los sexos moderna
Desde la comunidad científica que, a la fecha, sostiene una batalla constante con la moral y la historia, hasta los miembros de la comunidad académica, que ven en Barbie errores y aciertos sobre el uso de la perspectiva de género.El mundo entero se ha sumado. Esto ha originado una serie de debates desde diversos ángulos, aunque ninguno como la necesidad de la humanidad por elegir a un vencedor, haciendo de los cines los nuevos coliseos modernos.

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Barbenheimer: La guerra moderna de los sexos

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Barbenheimer: La guerra de los sexos moderna

Desde la pandemia, la industria del cine, como muchas otras, han tenido que remar contracorriente para mantenerse a flote. Pese a los millones de dólares que año tras año recaudan las grandes productoras, el cine atraviesa por uno de sus periodos más difíciles. La audiencia, acostumbrada a la comodidad de su casa, ahora piensa dos veces antes de acudir a las salas. Sumergidos en la infinidad de títulos que ofrecen las plataformas, la cartelera parece no estar a la altura de las expectativas, dejando salas vacías y con números que apenas logran mantenerse durante la segunda semana.

Pese a los éxitos fugaces de Skydance e Ilimintation, con cintas como Mario Bros o Misión Imposible: Sentencia Mortal, solo Barbie y Oppenheimer han logrado que, nuevamente,  las filas en dulcería sean insoportables y que la gente huya de los temidos spoilers. Un milagro al que el cine parece aferrarse y que, en realidad, parece verse prolongado por un largo tiempo. Contra los más pesimistas, “Barbenheimer” parece estar lejos de morir, por el contrario, la conversación se mantiene viva  , ya sea por la serie de debates generados o, con mayor franqueza, por la huelga del SAG-AFTRA (Sindicato de Actores de Cine-Federación Estadounidense de Artistas de Radio y Televisión), que amenaza con privarnos de nuevas producciones.

Huelga del SAG-AFTRA. Cortesía: CNN

Esto ha originado una serie de debates desde diversos ángulos, aunque ninguno como la necesidad de la humanidad por elegir a un vencedor, haciendo de los cines los nuevos coliseos modernos.

Sin duda, los dos grandes blockbusters de este año han generado un gran interés entre las masas. Imposible negar la infinita cantidad de temas que Gerwig  (Barbie, 2023) y Nolan (Oppenheimer, 2023) han puesto en escena. Desde la comunidad científica que, a la fecha, sostiene una batalla constante con la moral y la historia, hasta los miembros de la comunidad académica, que ven en Barbie errores y aciertos sobre el uso de la perspectiva de género.El mundo entero se ha sumado. Esto ha originado una serie de debates desde diversos ángulos, aunque ninguno como la necesidad de la humanidad por elegir a un vencedor, haciendo de los cines los nuevos coliseos modernos.

Rosa o negro

Desde antes de su estreno, ambas cintas pusieron en jaque a la audiencia que, como pocas veces, se vio atravesada por un dilema cultural. ¿Qué película ver primero? Aun más importante, ¿por qué? Para muchas personas la respuesta jamás estuvo en duda. Ya sea por la lealtad al director de Interstellar (Christopher Nolan, 2014) o por su entusiasmo por revivir el rosa de la infancia, Hubo quienes tenían muy clara su preferida. No obstante, hubo otras razones menos superficiales que hicieron inclinar la balanza por una o por otra.

El machismo, precipitado e irracional, parece tener poca tolerancia hacia ciertos colores, y sin pensarlo, abrazó a “Oppi” con fuerza. Como si se tratara de una prueba de masculinidad, Oppenheimer se convirtió en la trinchera desde la cual cientos de hombres probaron, una vez más, su misoginia. La lente sobria de Hoyte van Hoytema, la mezcla de sonido metálico, la furia de Little Boy, fueron los estandartes que el sector más machista tomó para sostener su hombría. Sin embargo, lo único que esto logró evidenciar fue la falta de sensibilidad e ignorancia con la que todavía cargan muchas generaciones.

Cortesía: EspinOf

La destrucción y la muerte se han entrelazado con la

Está claro que el séptimo arte no está a salvo de los estereotipos, y el cine de guerra ha servido para perpetuar y reforzar ciertos estándares machistas. La destrucción y la muerte se han entrelazado con la masculinidad de modos inexplicables, pero  por algún motivo, sirven como prueba para los hombres. En ese sentido, no sería ninguna sorpresa que, más de uno, haya salido de la sala decepcionado, ya sea por no ver detonar con furia la bomba sobre Hiroshima, o por omitir el exceso de sangre y las construcciones volando por los aires. Pese a ello, Oppenheimer logró sostener uno de los prejuicios más antiguos y para nada fundados, donde el color sirve para determinar la masculinidad, y en los que evidentemente, el rosa no es uno de ellos.

No man, no party

Por supuesto, en esta lucha de sexos en la que muchos convirtieron este fenómeno, ninguna postura fue más fuerte y lamentable que los ataques hacia la cinta deGerwig . Ya desde los tráileres era notable el disgusto de algunos sectores sociales. No negaremos que la deconstrucción de ciertas ideas, sostenidas en una imagen u objeto, como una muñeca, suelen ser difíciles de digerir para la sociedad. Y Barbie no fue la excepción. El humor sarcástico, la teoría de género en primer plano, los personajes cuestionando los propios ideales que representan, cayeron como un balde de agua fría sobre una parte de la audiencia.

Aunque a muchos se nos anticipó el tono de esta cinta, resulta de algún modo natural que, para muchas personas, les tomara por sorpresa las reflexiones a las que Gerwig siempre nos ha invitado en su cine. Quizá nadie hubiera externado opiniones tan fuertes de tratarse de Malala hablando en la Asamblea General de las Naciones Unidas, pero quién podía imaginar a Barbie exponiendo el peso de ser mujer en pleno siglo XXI. Sin embargo, la conmoción más fuerte vino de la presencia de las mujeres en el centro de la imagen y con su voz puesta en la narrativa, lo que parece haber tocado las fibras más violentas de un patriarcado vigente.

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A lo largo de los años, el arte ha servido para reflexionar sobre la humanidad y el cine no está lejos de ello. Muy por el contrario. En nuestros días, pareciera que, sobre todo las generaciones más recientes, buscan verse reflejados en diferentes medios a lo que el cine ha respondido, no solo por medio de la representación, sino con el poder de nombrar cosas que, cotidianamente, son censuradas o invisibilizadas. Tal es el caso del feminismo, un movimiento/ideología tan polarizado como necesario. Por supuesto, si alguien sabe cómo presentarlo, esa es Gerwig , quien en repetidas ocasiones ha buscado dar voz a vivencias que, al tiempo que son reales, también invitan al cuestionamiento.

Es por esto que Barbie posee una voz diferente a la que le fue dada por décadas. Una voz incómoda, reflexiva, casi existencialista. Se trata de una cinta que empodera a un grupo excluido de tantos espacios, como el propio cine, y que resuena con gran fuerza. De ahí la incomodidad de escuchar, mirar y sentir lo que se ha buscado reprimir por años. Más todavía, de dar un giro de 90° a eso que se nos ha intentado inculcar: el hombre al centro del universo. En Barbieland son ellas las protagonistas, tal como en la película, mientras los hombres, un personaje secundario, un “accesorio”, como señala el propio Kent (Ryan Gosling).

Cada “bando” dispuesto a defender su postura, su feminismo, su masculinidad, lo que sea que eso signifique.

Indiscutiblemente, en las filas de cine ocurrió un extraño fenómeno. Nunca antes fue tan notable la división de audiencia. Vestidas de rosa, las personas esperaban en las dulcerías para conseguir un vaso de colección, sin saber que aquel recuerdo de la infancia estaba a punto de ser deconstruido. En tanto, grupos de amigos soltaban chistes y armaban un escándalo, mientras de fondo Einstein advertía a Robert sobre los riesgos de la ciencia. Cada “bando” dispuesto a defender su postura, su feminismo, su masculinidad, lo que sea que eso signifique. Porque si algo han probado Barbie y Oppenheimer es que, en este mundo, no hay una sola respuesta, una visión unificada. En cada cinta, la audiencia tuvo oportunidad de mirar un mundo ajeno, su propio mundo, con las virtudes y defectos que eso implica.

vertederocultural.com

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Adriana C. Espinosa

Adriana C. Espinosa

De nacionalidad mexicana, nació en la ciudad de Puebla en 1999. Estudiante en Derecho en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Ha participado en talleres de minificción, cuento corto, acceso a las lengua maternas, entre otros. Colaboradora en el Seminario Internacional de la Red Internacional sobre Género, Migraciones y ODS de 2021. Coautora del libro cartonero Barquito de Papel en 2015, y de la antología académica Práctica de Vuelo en el Taller de Creación Literaria de la BUAP en 2019. En 2018, participó en el Festival Internacional de Poesía “Palabra en el Mundo”, y fue reconocida con el tercer lugar en el Premio Filosofía y Letras por su cuento A vuelta de rueda. Actualmente, se desempeña como becaria en el Centro de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

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