BARBENHEIMER: EL DELIRIO DEL GENIO
Sin duda, uno de los consejos más recurrentes entre la comunidad jurídica es “leer las letras pequeñas” y, aunque en la industria cinematográfica predominen los enormes espectaculares, lo cierto es que, algunas veces, esas letras pequeñas sí importan. Tal es el caso de ciertos directores y directoras que, aun pudiendo ser eclipsados por los nombres de sus protagonistas, muchas veces logran equipararse en popularidad y, más importante todavía, en garantía de buen cine.
Christopher Nolan es, por supuesto, uno de esos nombres que no requieren presentación alguna. Se trata de uno de los directores más notables de los últimos años, con una filmografía de la que han formado parte importantes estrellas de la industria cinematográfica: el hombre que elevó las películas de superhéroes, que hizo del tiempo una herramienta, con un sello inconfundible desde el minuto uno. Un cineasta que, este 2023, ha reafirmado su lugar como pilar del arte y entretenimiento.
Crítica y público tienen presente su filmografía, aunque no siempre con la misma opinión. Aplaudido o incomprendido, Nolan es garantía de conversación. Con su escasa comprensión por los papeles femeninos, abusando en ocasiones de la orquesta, o perdiéndose en líneas de tiempo, Nolan ha demostrado ser humano y, como tal, cometer errores. Una reflexión en la que, paradójicamente, aunque a diferente escala, explora en su última cinta: Oppenheimer.
Hijo de hombre, delirio divino
Explicaba tiempo atrás, el gran García Márquez, que la mayor cualidad de un escritor no es su imaginación, sino su capacidad para observar: ese ojo asertivo que el artista necesita para reconocer la inspiración cuando ésta se presenta. Nolan ha demostrado tener esa habilidad que le ha permitido ejecutar una de las mejores películas sobre la Segunda Guerra Mundial, específicamente, sobre la bomba atómica. Así, a veces, basta un acto tan simple como leer un libro para encontrar la próxima gran producción de Hollywood, o mejor dicho, una de las dos últimas grandes producciones. Después de todo, el fenómeno de Oppenheimer es apenas una variante en la ecuación del Barbenheimer.
Basada en la obra de Kai Bird y Martin J. Sherwin, el Prometeo Americano cobró vida a través de la brillante actuación de Cillian Murphy. Se trata de una película biográfica que aborda dos de los momentos cúspide en la vida de Oppenheimer: el desarrollo de la bomba atómica y la audiencia de seguridad en su contra. Episodios perfectamente marcados en la cinta, y que bien explican la duración de la misma, sin que por ello sean justificables las tres horas en la sala de cine. No obstante, si por algo vale la pena, es por la gracia y asertividad de la cinta para exponer la personalidad de nuestro protagonista. Un hombre de ciencia inspirado, casi obsesionado, por los átomos, pero hombre al fin y al cabo.
la ciencia, que como el arte, se puede convertir en obsesión
No es ningún secreto que una de las razones que orilló a Warner a separarse de Nolan fue el fracaso de su penúltima obra Tenet (2020), donde nos podemos atrever a decir que el propio cineasta se vio perdido en la terquedad de jugar con el tiempo hasta hacerlo incomprensible. Terquedad, sin duda, nacida de la necesidad de ver llevado un pensamiento idílico hasta sus últimas consecuencias. Una de las sutiles características que director y protagonista comparten.
Sí, la bomba atómica nace como parte de un proyecto estadounidense dirigido a poner fin a la Segunda Guerra Mundial, tanto como a probar su jerarquía militar. Sin embargo, en la mente de Oppenheimer, no eran los intereses políticos su móvil principal —al menos no de inicio—, sino la ciencia, que como el arte, se puede convertir en obsesión. Algo de lo que Einstein parece haber sido muy consciente pues, tal y como se deja ver en la cinta, es éste quien advierte a Robert de lo que en realidad conllevaba escribir su nombre en la historia y que, aparentemente, fueron los motivos que detuvieron a Albert antes de cruzar una línea sin retorno.
La debilidad del ser
Evidentemente, no hay manera de comparar los objetos obsesión de Nolan y “Oppi” (Oppenheimer), pues el de uno afectó a más de 120 mil vidas. Después del éxito de la prueba Trinity, el ejército estadounidense mostró al mundo su potencial, detonando el 06 de agosto de 1945 la primera bomba atómica sobre Hiroshima. En punto de las 08:15 horas, miles de vidas cambiaron por completo. Muertes al instante, enfermedades futuras y un absoluto desconcierto por lo ocurrido fueron algunas de las consecuencias del que bien se puede catalogar como el acto más atroz que hemos cometido como humanidad. Por supuesto, nada de eso hubiera sido posible sin la incansable operación, casi a contratiempo, ejecutada por un grupo de personas brillantes.
Lo acontecido en los Álamos, e incluso las repercusiones sociales y políticas, convierten a Oppenheimer en un gran drama, así como una espectacular adaptación histórica de lo acontecido en aquel periodo. De muchas maneras, la película es un ensayo sobre la debilidad humana, sobre nuestras tentaciones y delirios; sobre nuestra capacidad, pero también sobre nuestros límites. Porque no importa si aquella mañana veraniega Estados Unidos se consagró como potencia, también escribió uno de los episodios que mejor nos definen como humanidad.
Cegados por nuestra vanidad, avanzamos firmes hacia el futuro, sin mayor temor que nuestros propios arrepentimientos, esos que nos persiguen como fantasmas, que atormentaron a Oppenheimer, desesperado por encontrarle una justificación a sus decisiones. Durante la película, somos testigos de dos versiones: una a blanco y negro, mucho más objetiva; y una a color, que recorre en primera persona lo vivido por Robert. Así descubrimos su ego, sus dudas, su practicidad, su genio, su miedo. Un hombre al que la historia conocería como “El Padre de la Bomba Atómica” que cargaría el resto de sus días con aquel sobrenombre.
el delirio de dios es inevitable para las grandes mentes, que aunque brillantes, prevalecen humanas, imperfectas
Cuánta ironía hay en la obsesión de Oppenheimer por trascender en la física moderna y su verdadero papel en la sociedad. Citar a Einstein es hablar de la Teoría de la Relatividad; mencionar a Bohr es traer a la mente su modelo atómico; apuntar el nombre de Marie Curie es reconocer a una de las mejores físicas del siglo XX. Sin embargo, pese a su importante rol en el desarrollo de la física moderna, Oppenheimer será recordado como un actor claramente científico, pero sobre todo social y político. Una aspiración que no hubiera sido relevante de no ser por la carga de conciencia que llevó consigo después de detonar el arma más poderosa sobre el planeta.
Queda claro que el delirio de dios es inevitable para las grandes mentes, que aunque brillantes, prevalecen humanas, imperfectas. Nolan podrá tener un sinfín de virtudes, pero algo que no le podemos perdonar es la cantidad de talento desperdiciado en sus actrices, desde Scarlett Johansson (El Gran Truco, 2006) hasta Emily Blunt y Florence Pugh (Oppenheimer, 2023), ningún papel femenino ha logrado impactar en la obra del reconocido cineasta. Mientras, a décadas de distancias, Robert no pudo evitar alimentar su ego, primero el científico y luego el mediático, dándose cuenta demasiado tarde de la tragedia provocada, del fuego otorgado a los hombres.
Te recomendamos
- Doble acento para un naufragio, de Yuleisy Cruz Lezcanopor Yuli Cruz Lezcano
- Mi experiencia en el slampor Yunuen Monserrat Parra Herrejón
- Del encausto a la sangre: un ensayo de Sor Juana Inéspor Iliana Beatriz Carballosa Ávila
- Mujerpor Evelin Vieira
- India Juliana: Alguien afuera me esperapor Melina Sánchez
- Diario de mujer / Vigilia / Ángel sin alaspor Gisela Hernández Pérez