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El primer trabajo

Nueva Columna: La Muertecita

¿Qué se supone que deba exigir un recién egresado de una carrera cualquiera en su primer empleo? Esta es la primera bitácora de La Muertecita: sobrevivir a las necesidades más primitivas para merecer una dosis carroñera del placer.

En principio, sí, escribí la palabra “exigir”. Y puse al trabajador, a ese recién titulado con cara de mosca muerta, en el rol del que exige. Porque, de otro modo, no necesitamos hacer una pregunta y no hay bitácora, sino un registro soso de estadísticas y métricas mexicanas. Pero para no omitir las presuntas obviedades, si no se exige, esta es la oferta:

Ocho horas presenciales, nueve y media de jomofis. El trabajo en casa agrega, bajita la manga, hora y media para que descanses sin paga. No te van a estar pagando la caminata al baño ni la lloradita. Miércoles a lunes y descansas martes, ese día en el que, en realidad, no tienes mucho más que hacer que penetrar el techo con los ojos tristes y pensar en lo que hiciste o no hiciste bien para merecer un viernes de baile, como esa gente que goza de lo mínimo básico en sus noches de presunción para redes sociales. (Escribo esto con envidia, por supuesto). 

Un promedio distinto, un contacto adecuado, el aspecto hegemónico de una edecán.

¿Cuál es la dignidad de la existencia de un recién egresado en las oficinas?

Jefe, mi dignidad es un pedazo de pastel frío y usted se llama María Antonieta. Me lo embarra en la cara, con mi billete del bono de cien pesos por puntualidad. Gracias.

Y cuando llegan los pesos, cuando se reflejan en la cuenta de banco como frutos de árbol que duelen, que están verdes y así escapan, como niños estériles, preguntan: ¿qué es lo primero que compraste con tu primer salario?

Las historias tendían a ser divertidas al hablar del primer billete, ahora es siempre lo mismo:

Un kilo de tortillas y el pago del margen atrasado de los servicios de internet con el que trabajo durante las seis semanas de entrenamiento en casa. Invitarle una torta al señor de camión que lo llevó durante las tres semanas posteriores a las oficinas en San Juan de la Chingada, previas a la primera quincena.

Una primera quincena que se divide a la mitad porque, además, te han registrado con el salario mínimo mexicano en las prestaciones obligatorias del seguro social.

Estudiar y ser experto. Aprehender la mecánica básica de la nómina bancaria: tres lenguas nativas, carne blanca, sin patas de gallo opacando tu mirada, siempre abierta, siempre amable, dispuesta a trabajar bajo presión, sin depresión, oprimida, matemáticas avanzadas, curso de lingüística general de Saussure de pí a pá, sensual para que te traten como humana, sexual para subir de puesto, lo suficientemente imbécil para quedarte sin rechistar.

Eso es lo único que solicitamos. ¿No lo tienes, recién egresado? Qué mediocre.

Antes de temblar de nervios y herirte, vuelvo a la primera pregunta, que no contesté porque para mediocres soy mediocre y la ignorancia es buena amiga:

¿Qué se supone que deba exigir un recién egresado de carrera cualquiera en su primer empleo?

¿Qué vamos a exigir cambiar?

vertederocultural.com

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Mirna Coreliel

Mirna Coreliel

Lingüista y profesional de la literatura. Autora y divulgadora cultural en el instrumento @damamuerta, interesada por las diversas manifestaciones del arte en el entorno inmediato, el erotismo de lo cotidiano y las frutas de temporada.

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