Memorias de un análogo: cuidar del recuerdo
Egresadas de la Escuela de Artes Plásticas y Audiovisuales (ARPA) de la BUAP, Marce D’Agostino y Alejandra Bucio presentaron su primer trabajo cinematográfico el pasado 15 de agosto en el Complejo Museístico de La Constancia (Puebla, Pue.). Una obra de aproximadamente 20 minutos en la que se retrata la vida y profesión de José Luis Bonilla Valera, uno de los primeros técnicos en fotografía análoga de nuestro país. Se trata de una remembranza sobre una técnica, muy cercana al arte, que se encuentra en peligro de extinción como consecuencia de la era digital.
Dicho cortometraje cuenta con una edición de sonido que sorprende por su pulcritud aunque, si por algo logra destacar, es por la emoción que emana desde la primera toma. Se podría decir que, al igual que la tarea de revelar fotografías, Memorias de un Análogo (2023) representa un trabajo salido de la pasión y el corazón de sus directoras. Siguiendo la filosofía de The Fabelmans (Steven Spielberg, 2022), D’Agostino y Bucio logran capturar la emoción, no solo de una historia, sino del arte fotográfico.

Toma uno
No cabe duda de que existen personas con una sensibilidad mayor para el arte, en este caso, cineastas capaces de comprender desde el primer minuto la toma de una escena. Por supuesto, esta cualidad debe desarrollarse, pulirse y perfeccionarse para poder llegar a su máxima expresión. Una tarea que requiere de un trabajo constante, de pruebas y errores. En el caso de Marce y Alejandra, es un placer encontrarse con una mirada fresca y vivaz;tomas íntimas, con una mezcla de colores brillantes y profundos, así como una voz en off que toma de la mano al espectador. Sin embargo, aun con una gran cantidad de aciertos, es evidente la falta de experiencia para condensar las emociones y ver culminar todas las ideas que se presentan.
Por un lado, tenemos la vida de don José, que ha pasado gran parte de esta revelando momentos que a veces pueden verse diluidos o distorsionados por el tiempo, como él mismo menciona. No obstante, si algo nos permite la fotografía analógica es la preservación de la memoria. Sin importar los años, aquel momento revelado se mantendrá. Los formatos digitales y medios de reproducción no son impunes, y en cualquier instante una fotografía se puede perder a causa del propio avance tecnológico. No así la foto análoga, que solo tiene temor del polvo.
el tiempo, tanto como la falta de experiencia en la escritura, resultan en una cinta saturada
Se trata entonces de un oficio y también de una vocación, una que José espera ver preservada por las futuras generaciones. Una idea que, desafortunadamente, se ve diluida entre las diversas narrativas a las que el corto documental da pie. Además de presentar al José técnico, la cámara parece asomarse a su vida íntima, a su carrera profesional y a diferentes reflexiones suyas, con analogías sobre la muerte y su cercanía con la fotografía. Un desatino o, mejor dicho, un nudo en el guion que impide al espectador seguir las tantas líneas narrativas con las que cuenta el material fílmico. Es entendible que la producción se pudo ver sometida a ciertas limitaciones, por lo que, pensar en un largometraje, donde el personaje y los elementos mostrados puedan explorarse con mayor atención y concatenación resulta difícil, no obstante, incuestionablemente, el tiempo, tanto como la falta de experiencia en la escritura, resultan en una cinta saturada.

Dosis de nostalgia
Una prueba infalible del buen arte es la huella que deja en el público y en el caso de Memorias de un Análogo su huella va más allá de contar con una buena historia. Tal y como afirmó uno de los asistentes a la proyección, en esta cuatro veces heroica ciudad podríamos afirmar que en la mayoría de los hogares poblanos existe una fotografía revelada por José Luis. Foto Star no es cualquier local. Ubicado en el centro de la ciudad, el laboratorio de fotografía fundado y dirigido por don José representa, de muchas maneras, el corazón de una época lejana. Es ahí donde se revelaron cientos de rostros de jóvenes egresados, historias de amor culminadas, la primera sonrisa de decenas de bebés, viajes familiares y un sinfín de aventuras que solo un rollo puede guardar.
En ese sentido, el cortometraje supone un regalo para la sociedad poblana y para mexicana pues, además de ser uno de los primeros técnicos en fotografía análoga, José Luis representa un pasado añorado, querido y que se nos entrega a nosotras, las nuevas generaciones, para cuidar y preservar. Los buenos tiempos siempre quedarán en el pasado, pero antes de convertirse en memorias, deben ser vividos. Un mensaje poderoso que la cinta logra transmitir hasta el punto de conmover cada una de nuestras células. La voz en off de nuestro protagonista no es la de un testimonio, sino la de una petición: conservar la esencia del momento.

El marco colgado en la pared, el portarretratos en el escritorio, las instantáneas regadas entre páginas de libros son esos amuletos que nos acompañan
Los grandes blockbusters y los avances tecnológicos parecieran poner en peligro el arte de contar historias locales, íntimas, pero las voces o, mejor dicho, el ojo de cineastas como Marce D’Agostino y Alejandra Bucio nos recuerdan que son las pequeñas historias las que mayor trascendencia pueden llegar a tener. Porque no se trata de imágenes con shock value, sino de una serie de tomas que marcan el corazón, que reviven sentimientos olvidados y nos ayudan a dar valor a esos lugares que, sin darnos cuenta, forman parte irremplazable de nuestras vidas. Tal y como José Luis, porque sin importar si su nombre es difuminado por el viento, su trabajo, su obra, acompañará siempre a cientos de familias. Todo gracias a este dúo de directoras que, como pocas personas, poseen una sensibilidad para el arte, para la vida.
Memorias de un Análogo no cuenta con proyecciones programadas por el momento.

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